EL TROVADOR Y LA LUNA (II) (sueños, pasiones y utopías)
En la primera edición de “El trovador y la luna” estuve publicando desde Abril de 2009 hasta Mayo de 2011. Justamente 12 años más tarde doy un nuevo comienzo a este blog para recuperar su esencia y su espíritu inicial: hablar y, en la medida de lo posible, crear belleza sobre la locura de amar; o más justamente, sobre el amor cuando se convierte en locura. Tal vez solo hable de sueños, pero serán sueños que, por ser soñados, serán vividos.
Al despedirnos en la noche, te abracé, pero no era un abrazo protocolario, formal, sensato, aunque estos tipos de abrazo también puedan llevar afecto.
Cuando llegamos a la altura de tu casa te rodeé con mi brazo derecho, pues no estaba frente a ti, sino en una posición oblicua. A diferencia de quien soy yo, no te hablaba. Realmente, los dos habíamos estado avanzando en silencio, sin mirarnos, atentos a la lentitud de nuestros pasos a través de la empinada calle.
No fue un abrazo normal… Abarqué toda tu espalda con mi brazo derecho y acerqué mi rostro hasta tu pelo. Te respiré, y sentí que me rodeaba el aire, o cierto magnetismo, que desprendías. Cerré los ojos y sentí que caía por un pasadizo invisible, que entendí que me acercaba hasta tu esencia más pura y noble… Creí llegar hasta lo más profundo de tu alma, y caí rendido, extasiado, hasta el punto de que el tiempo y el espacio dejaron de existir.
Fue entonces cuando me hice consciente de todo… Me acerqué aún más, hasta sentir tu rostro en el mío, y te dije tan lenta como emocionadamente, suspendiendo las palabras en la nada, que estaba enamorado.
No pudo ser un abrazo como tantos otros. En mi abrazo sentí un amor que me fundía con tu alma, como si mi destino no pudiera ser otro que vivirnos en total comunión. En mi abrazo te entregaba todo mi ser, todo mi amor, toda mi vida… Y me sentía aliviado al rendirme a ti sin reservas, sin excepción, sin más opción que la de ser en ti o no ser…
Todo esto sucedió en mi sueño sin que me sea conocido tu rostro, mujer. No sé quién eres, mi amada desconocida… Y, sin embargo, me has hecho sentir nuevamente las ardientes emociones del amor sublime y apasionado de la adolescencia madura. Ese amor que rompe las barreras del tiempo y del espacio. Ese amor que siendo único, es eterno…
¿Dónde…? ¿Dónde te encontraría…?
(Este relato está basado en un sueño real que he tenido, y que he podido recordar debido a que fui despertado por un ruido que no puedo explicar de dónde procedía. Relato el sueño tal como fue soñado, sin modificar ni añadir elemento extraño alguno. Lo primero que hice después de despertar y recuperar lo vivido en sueños, fue preguntarme si existe otra dimensión vital que pueda estar viviendo. No tengo respuesta…)